Quiéreme, choquémonos como por arte mágico en el Bukowski un miércoles cualquiera.Pidámonos disculpas, intentemos tirar el muro gélido diciéndonos las cuatro cosas típicas. Invitémonos a bebidas alcohólicas.Escúchame decir cosas estúpidas y ríete.Sorpréndete valorándome como a una oferta sólida.Y a partir de ahí, quiéreme. Acompáñame a mi triste habitáculo.Relajémonos y pongamos música.De pronto, abalancémonos como bestias indómitas.Mordámonos, toquémonos, gritémonos.Permitámonos que todo sea válido.Y sin parar hagámoslo. Hagámoslo hasta quedar afónicos, hasta quedar escuálidos.Y al otro día, quiéreme.Unamos nuestro caminar errático ,descubramos restaurantes asiáticos, compartamos películas.Comprémonos un piso. Hipotequémonos.Llénemoslo con electrodomésticos y regalémosle nueve horas periódicas a trabajos insípidos que permitan llenar el frigorífico.Y mientras todo ocurra, solo quiéreme.Continúa queriéndome mientras pasan las décadas dejando que nos arrojen al hospital geriátrico.Inválidos, mirándonos sin más fuerza ni diálogo que el eco de nuestras vacías cáscaras.Quiéreme para que pueda decirte cuando vea la sombra de mi lápida: “Ojalá, ojalá como dijo aquel filósofo, el tiempo sea cíclico y volvamos reencarnándonos en dos vidas idénticas y cuando en el umbral redescubierto de una noche de miércoles pretérita tras chocarme contigo, girándote, me digas: uy, perdóname,ruego que permita al Dios auténtico que recuerde el futuro de este cántico, y anticipándolo, pueda mirarte directo a los ojos y conociéndolo muy bien, sabiendo el de venir de futuras esdrújulas, destrozando de un pisotón mi brújula te diga: Solo quiéreme”.
Quedan a mis espaldas, creo, tus jadeos en mi cuello.Te miro y cierro: los ojos, la boca, los miedos, los huesos.Vámonos, vamonos a pintar la ciudad de rojo, regalar sonrojos, quitar el cerrojo a esta puta prisión.Vámonos, al ascensor parado, al vagón de metro,al mejor momento que encuentre el amor.Joder, y eso que aún no te conozco.